CHIANG MAI

     Tres noches permanecimos en Chiang Mai antes de volar hacia el sur, a Krabi. El hotel escogido fue el Dusit D2, moderno y funcional, situado justo frente a un mercado nocturno y muy cerca del centro amurallado de la ciudad aunque no la recorrimos mucho y mira que hubiera merecido la pena porque tiene mucho que ver, pero el primer día llegamos muy tarde, el segundo lo dedicamos a visitar los alrededores y el Templo Doi Suthep y el tercero contratamos un día completo con los elefantes.

     Como curiosidades del hotel tendría que citar el cartel prohibiendo el durian en la habitación y las referencias de las puertas de los lavabos de la recepción. En todo el trayecto hasta aquí, Chang el guía nos insistía cada vez que parábamos si los chicos querrían atrapar al conejo y las chicas coger la flor, era a esto a lo que se refería.

     El segundo día estaba dedicado a los alrededores de la ciudad con un paseo en elefantes, un recorrido en troncos por el río, la visita a un orquidiario y luego por la tarde la excursión al Doi Suthep, el templo de la colina. También visitamos el Tiger Kingdom pero este es merece un capitulo aparte con los grandes animales.

     Llegamos muy temprano al campo de conservación de elefantes y ya estaba bastante concurrido. Enseguida comenzaron a aparecer cachorros revueltos dispuestos a mezclarse con la gente, a dar besitos con la trompa y a pedir comida y, como no, billetes. Cada uno con su cuidador o mahout hacían las delicias de los presentes con sus chilliditos y sus locuras.

 

     Luego llegó el turno a la demostración de las habilidades en el que los elefantes mueven troncos, juegan al fútbol y pintan lienzos con una exactitud extraordinaria (los cuadros eran calcados a los que vi 12 años atrás). Yo no soy muy amigo de estos espectáculos de modo que me separé del grupo y me dediqué a hacer fotos de otros paquidermos por el río y de alguno que estaba separado del resto, atado a un árbol, que acercó su trompa hacia mi en señal de curiosidad.    

    

     Por fin llegó el paseo por la selva y el río a lomos de los animales. Para obtener buenas fotos lo que hicimos fue intercambiar las tarjetas de las cámaras de modo que yo llevaba en la mía la tarjeta de Carmelo y me afané en fotografiarlos a ellos. Esta es una muy buena idea para poder salir montado en el animal. Sin embargo la cosa no salió demasiado bien porque cuando vieron mi tamaño se retrasaron para buscarme el animal mas grande y eso nos separó del grupo de modo que solo pude hacerles fotos desde lejos o en alguna ocasión que nos cruzamos. No he visto las fotos que hice pero espero que alguna mereciera la pena. Carmelo, sin embargo, me hizo buenas instantáneas en el camino y una vez en tierra cuando llegamos retrasados.

 

     Allí mismo montamos en la balsa de troncos. Dos parejas y un conductor delante y otro detrás (aunque a veces los llevamos nosotros, solo para las fotos) nos dejamos mecer por la corriente en un paseo agradable entre sol y sombra. En el video verán que a veces necesitamos del paraguas porque el sol picaba de lo lindo.

    No puedo decir precio de estas excursiones porque todas venían incluida en un paquete completo junto con el viaje.

 

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     Desembarcamos a la altura del orquidiario y paseamos entre las flores sin ningún rumbo concreto. No había demasiadas especies pero si eran grandes y coloridas y todas parecían tener un hombrecito dentro que a mi me recordó el alien de la película "Men in Black", no sé, cosas de la imaginación.

     Maribel compró un pequeño esqueje de orquídea encerrado en una botella con un ambiente ideal para trasplantarla una vez llegado a España. La pobre flor todavía tendría que aguantar lo que quedaba del viaje y sobretodo la presión del vuelo de vuelta. Resistió como una jabata en su casita de coco y piedra porosa hasta un mes después de volver pero cuando llegaron los fríos a Cádiz dijo adiós.

 

     Después de almorzar en algún restaurante por el camino (no me acuerdo donde) visitamos una tienda de lacados de madera y huevos además de otros souvenirs de madera y piedra. Solo hice fotos a dos grandes carteles que explicaban el proceso.  Chang tenia especial interés en visitar esta fabrica porque allí trabajaba su mujer.

     Vimos todo el procedimiento para lacar maderas y aplicarles el pan de oro característico y compramos un par de dedales.

     Precisamente mientras estábamos en la fabrica cayó una tromba de agua de las de allí, de las de a cubos, aunque solo duró unos minutos y después de media hora volvió a salir el sol y a dejar el terreno seco. Lo grabé justo refugiado en la entrada de la tienda. Por cierto, al revisar el video me he dado cuenta del nombre de nuestro conductor, se llama Tanit.

 

     La ultima aventura del día era el templo de Doi Suthep, un gran centro de peregrinación de Chiang Mai, situado a 1000 mts. en una colina con unas vistas divinas de la ciudad. La leyenda cuenta que un gran elefante blanco subió una reliquia de Buda hasta morir en la subida y justo donde cayo muerto se levantó este templo.

     Subimos en un teleférico (solo por ganar tiempo, no porque no estuviéramos en forma para subir por los 309 escalones) y justo cuando estábamos arriba llamó Jan (el dueño de la empresa organizadora) a Chang y estuvo hablando personalmente con cada uno de nosotros para preguntarnos que tal nos había ido y si teníamos algún problema. Fue todo un detalle.

 

     Además de las grandes campanas, los pagodas y los otros templos pequeños qua adornan el lugar pudimos comprobar el sexo de unos grandes dragones (mamá y papá) que protegían la entrada a uno de los recintos, ahí tienen un primer plano de mamá en toda su expresión, no me atreví a fotografiar a papá.

 

     La ciudad de Chiang Mai esta rebosante de templos. Solo la ultima mañana, antes de volar al sur, paseamos por nuestra cuenta un par de horas por el centro amurallado encontrando al menos 4 templos a cual mas espectacular y todos casi en dos manzanas.

     La mayoría de las cenas las hicimos en el mercado nocturno y una sola vez nos acercamos a los restaurantes de la otra ribera del río, los mas conocidos. Siempre terminábamos con una copita en un bar-móvil que se apostaba junto al hotel. El tío preparaba unos gin-tonic de muerte y bien baratos.

 

TIGRES Y ELEFANTES

 

     Tanto para mi mujer como para mi este era uno de los puntos fuertes del viaje porque difícilmente en una vida tiene uno la oportunidad de estar junto a estos formidables animales.

     Llegamos al Tiger Kingdom después de visitar el orquidiario y antes de almorzar, en el segundo día de nuestra estancia en Chiang Mai. Ya sabíamos los precios (pongo una foto del folleto explicativo) y no es precisamente barato. Ya saben que hay 4 posibilidades: los pequeños que son como muñecos de peluche, los cachorros que eran los que estaban mas activos y que ya dan miedo (como un perro de los grandes), los medianos, algo mas grandes, que no visitamos, y los adultos, ejemplares de varios cientos de kilos, con una mano mas grande que mi cabeza, auténticos reyes de la naturaleza. También hay otra categoría: los recién nacidos, con medidas especiales de asepsia (vestidos especiales, mascarillas, etc...) y que no nos parecieron interesante. Desde una ventanita los vimos cuando una pareja los visitaba y eso parecía un quirófano.

   

      La reserva tiene 2 ejemplares de tigre blanco (la primera foto es de uno de ellos) a los que pude fotografiar mientras esperábamos nuestro turno. Al parecer sufren de una desviación genética que afecta al color amarillo y no al negro, creo que no son albinos. Suelen ser mas grandes que los otros con la misma edad y tan juguetones y sanos como todos.

 

   Las medidas de seguridad son claras y sencillas, no hacer movimientos bruscos, siempre permanecer a su espalda y tocarlos desde detrás. Los vigilantes siempre están cerca y portan un pequeño palito que como mucho les haría cosquillas, nos dicen que no pueden dedicarse a hacernos fotos pero esto es flexible y ellos mismos se animan a coger la cámara y disparar si ven que no hay peligro e incluso a incitar al movimiento a los bichos mas remolones.

     No me pareció en ningún momento que estuvieran drogados, no estaban demasiado activos (menos mal), excepto los cachorros, los de 30 o 40  kilos, que se dedicaban a jugar y dar zarpazos con una mano llena de uñas como puñales (en uno de ellos incluso se engancharon en mi anillo, tengo video de eso). Si acaso los menos despiertos eran los pequeños, los peluches, a los que sería innecesario drogar.

 

     Permanecimos unos quince minutos en cada jaula, visitando dos o tres ejemplares en cada una que siempre estaban separados (imagino que para que no se exciten). Nunca me enteré del sexo de los ejemplares y eso que a veces pregunté pero me contestaron en thai, creo, de modo que no me enteré.

 

     En fin, una experiencia que, a mi que me encantan los felinos, me dejó completamente satisfecho y que aconsejo a todo el mundo, fuera de consideraciones éticas.

 

     El día libre que teníamos en Chiang Mai lo dedicamos por entero a los elefantes.

    

 

     Ya lo teníamos contratado desde España, Jan de Siamtrails nos reservó el día en el Thai Elephant Home por unos 135 € por cabeza al cambio. El precio incluya la recogida en el hotel y pasar un día completo (bueno, hasta las 3 de la tarde) con un elefante cada uno montando a pelo, con comida, baño de barro y en el río, videos y fotos de recuerdo.

     Nos recogieron a las 8:30 y tardamos poco mas de media hora en llegar al recinto. Nos vestimos con la ropa de faena que nos proporcionaron (costó encontrar mi talla) y nos dieron una somera explicación de lo que íbamos a hacer y un conjunto de ordenes que debíamos dar al elefante para que luego éste haga lo que le de la gana. Me extrañó que no hubiera nadie mas recibiendo la charla de modo que le pregunté al chico que donde estaban los demás. Para sorpresa nuestra me contestó que no había nadie mas. Tres elefantes (los nuestros y otro mas pequeño que nos acompañaba con su mahout), el guía, los entrenadores de nuestros elefantes y otro chico con una cámara de fotos y otra de video solo para nosotros. La cosa empezaba bien sobretodo porque tendríamos dedicación exclusiva del chico multimedia solo para nosotros sin compartirlo con nadie.

    Después de la charla nos dirigimos al comienzo del tour donde hicimos la típica ofrenda en un pequeño altar con una estatua de Ganesha (claro), el dios elefante y muy pronto aparecieron nuestros dos compañeros de ruta a los que dimos plátanos para empezar a conocernos. Nos dijeron como se llamaban pero se nos ha olvidado.   

 

     Subir a estos animales no es demasiado difícil. Ellos mismos te facilitan la tarea agachándose o fabricando una escalera con su pata delantera. De modo que una vez arriba y bien situados comenzamos colina arriba por un estrecho sendero.

     El trayecto no es precisamente cómodo. Mantenerse encima de estos animales no es demasiado fácil, estos chicos que no llegan a 50 kilos se montan en un salto y permanecen hasta de pie si les viene en gana, pero cuando uno pasa de los 50 y tiene el doble de kilos que de años el centro de gravedad empieza a subir de forma peligrosa. Si a esto le unimos que solo tienes para sujetarte una cuerda que rodea al animal a la altura del pecho, justo después de las patas delanteras, cuerda que se movía con el ritmo del paquidermo y que no era del todo estable pues, que queréis que os diga, yo me sentía allí arriba de todo menos seguro. Mi mujer lo pasaba con menos apuro por que se asía a la melena del bicho y tenia delante toda la cabeza del animal pero parece que a mi me tocó el elefante calvo y cuellicorto (las fotos lo atestiguan) de modo que 3 o 4 veces estuve a punto de caerme.

     Estos animales tienen lo que parece un estribo en las orejas donde yo colocaba las rodillas para sujetarme pero el jodido bicho abría las orejotas para airearse y mis piernas se quedaban colgando y con ellas mi estabilidad. Además, en el trayecto no tienen un ritmo fijo de marcha, dan pasos como les da la gana y de vez en cuando se giran y alargan la trompa y el cuello para alcanzar ramas o cañas de su proximidad. Cada vez que se doblaba yo me veía en el suelo. Yo llevaba colgada la cámara acuática pero ni la toqué hasta que llegamos arriba. Para soltarme de manos estaba yo. Solo un momento para las fotos y de nuevo a agarrarme bien fuerte aunque me dolieran los nudillos.

   

    Tardamos una interminable hora en subir hasta arriba por una vereda que a veces no llegaba al medio metro de ancho con la falda de la montaña a la izquierda y un verde precipicio a la derecha (como para caerse estaba la cosa). El día estaba perfecto, algo nublado, incluso cayeron unas gotas en algún momento pero también vimos el cielo azul y el sol dejo escapar algunos rayos en la lejanía. Nos rodeaba una paleta de verdes inmensa y solo se oía el cantar de los pájaros y el crujido de las plantas y hierbas al paso de los animales. Un paraíso salvaje. Solo faltaba una música apropiada (debí llevarme el móvil en vez de la cámara).

 

     Llegamos hasta un mirador elevado con una mesa y dos bancos de madera donde nos pusieron la comida. Un padthai que aun estaba caliente envuelto en grandes hojas y frutas exóticas. El plato estaba muy rico pero comimos muy poco porque aun no eran las doce y no teníamos hambre. Mientras, en una zona enfangada que había mas abajo, dos de los elefantes se revolcaban pingándose de barro de cabeza a cola.

 

      Nosotros nos encargamos de rebozar al tercero. El baño de barro les proporciona protección contra los insectos y el sol a la vez que les hidrata la espesa capa de piel agrietada. Nuestro elefante se dejaba manosear como disfrutando con ello. Levantaba las patas ayudando a que ni un solo centímetro de piel quedara al descubierto moviendo la trompa y las orejas como muestra de agradecimiento.  También nos unimos a él embadurnándonos con ese lodo.

     Al baño de barro le siguió una rápida sesión de fotos y luego bajamos por otro camino acompañando a los animales hasta el río para darnos un buen baño. 

 

     Yo ya había completado el cupo de cabalgada pero Maribel decidió entrar en el agua como una reina, a lomos de su animal y una vez en el centro del cauce se dejo resbalar hasta el agua. En esa zona del río el agua nunca llega a cubrirnos pero la corriente era lo suficientemente fuerte como para que fuera difícil mantenernos de pie. Los animales, por su parte se dejaban mecer arrodillándose o directamente tumbándose en el agua hasta llegar casi a cubrirlos y a nosotros nos toco la dura tarea de frotarlos y rascarlos para eliminar el barro, ya casi seco, de sus cuerpos. Y ellos encantados. De vez en cuando hundían la trompa soltando una ráfaga de agua para facilitar la tarea.

     

    Durante mas de una hora permanecimos en el agua, frotando, saltando, dejándonos levantar por los elefantes, incluso rememorando mis días de portero de fútbol jugando con los excrementos del animal (esto puede parecer asqueroso, pero quizás es preciso aclarar que las boñigas en contacto con el agua se convierten en pelotas perfectamente redondas de un tejido vegetal enmarañado sin nada de residuo y acaban flotando río abajo).

 

    Una vez satisfechos y cansados posamos por ultima vez con los animales en una especie de fin de fiesta de agua uniéndose todo el grupo para las instantáneas finales. Les acompañamos sin prisa hasta el campamento donde nos despedimos efusivamente, nos duchamos y nos tomamos un café mientras esperábamos las casi 200 fotos escogidas y los 5 videos en un dvd dedicado. También nos regalaron un par de camisetas serigrafiadas con el logo de la casa. Volvimos al hotel casi a las 4 de la tarde dando por terminada una de las jornadas mas memorables del viaje y que, sin duda permanecerán siempre en nuestra memoria.

     En ningún momento vi la mas mínima muestra de maltrato ni ninguna herida o señal en los animales y eso que me fijé bien mientras los lavaba pero soy consciente que se trata de un negocio donde las estrellas son los animales y para ello se les educa y cuida.

 

     Esa fue nuestra ultima jornada en Chiang Mai. Al día siguiente decíamos adiós al norte, a sus espectaculares templos, a su gente y a sus animales. Llegaba la aventura del sur, las playas y el relax, que buena falta nos hacia. Nos esperaba Krabi.

 

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