ALBUFEIRA

 

     Un fin de semana en esta bonita ciudad costera portuguesa. Casi sin quererlo, el jueves noche localizamos una buena oferta de un apartamento bastante bien situado y a muy buen precio y el mismo viernes por la mañana poníamos rumbo al país vecino. Poco mas de las doce de la mañana ya estábamos alojados y buscando un sitio donde comer.

     El apartotel Alagoamar y su piscina, a escasa distancia de la playa, con varios bares cercanos donde desayunar, un gran centro comercial y un precio insuperable.

    En una gran avenida que recorre todo el pueblo y frente a la rotonda de los relojes que aparece en  la imagen. A veces para llegar al centro pillábamos el trenecito turístico que nos dejaba junto a las escaleras mecánicas que bajaban a la playa.

 

 

  El pueblo se asoma al mar en un acantilado rocoso lleno de miradores, paseos elevados y pasadizos escavados en la piedra para acceder a la playa. En el centro incluso se ha instalado unas escaleras mecánicas al aire libre que dan acceso directo al agua.
 
     Todo el centro esta lleno de hoteles, restaurantes, heladerías, pubs y tiendas de souvenirs, ni rastro de viviendas de portugueses, quizás en algún barrio del norte de la ciudad porque el este que bordea la costa también es una zona nueva repleta de apartamentos, mas hoteles y zonas nuevas de ocio. Y por el oeste esta el puerto pesquero y deportivo, otra zona de reciente expansión.

 

     La playa mas céntrica es esta de abajo, se une al centro en la parte del pueblo a nivel del mar. Por un lado comienza en esta especie de embarcadero a medio terminar, donde empieza el acantilado, las escaleras mecánicas y un paseo marítimo elevado y llega a otro acantilado rocoso donde un ascensor comunica con el pueblo. Es en este lugar donde se encuentra un risco separado del acantilado y modelado por los vientos y las aguas, un curioso monumento natural que da sombra y presencia a este lado de la playa.

 

   Tras la playa, el puerto comercial y pesquero, al abrigo de los vientos y las olas y algo mas adentro el puerto deportivo, en plena expansión.

 

 

    Ese fin de semana coincidimos con una fiesta medieval veraniega llamada "porto medieval" muy parecida a las que se celebran en España, con demostraciones de cetrería, tiro con arco y ballesta, cantores de época y venta de productos artesanales. Por la mañana asaban un gran cerdo del que dimos buena cuenta ya al anochecer con una fresca jarra de barro de vino tinto de la tierra mientras los comedores de fuego daban fin a las fiestas la noche del domingo.

     Incluyo además un par de imágenes de otros divertimentos como una exposición de vinos portugueses y una actuación de indios americanos en la plaza del pueblo.

 

    
      Y el lunes, otra vez a la carretera, nos despedimos de tierras portuguesas prometiendo volver una vez visto lo cerca y fácil que nos fue. Quizás a otra ciudad, en otra estación pero con las mismas ganas.

     Y así fue..... continuamos con Lisboa.

 

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