Cuba

 

   Se desplomaban las torres gemelas de Nueva York justo cuando viajábamos en Talgo hacia Madrid con la intención de volar el día siguiente a Cuba. En un avión con cabida para 300 pasajeros fuimos poco más de 70 por que se anularon muchos billetes. Disponíamos de una enorme fila de tres asientos para cada uno por lo que el viaje fue muy placentero pero hoy, tres años después, igual no me atrevería a viajar en las mismas circunstancias. Entonces ni siquiera se nos ocurrió anularlo.

    Nuestro destino era Varadero en lo que yo pensaba que sería una serie de hoteles alineados en la costa con un paseo marítimo común y entre ellos cientos de tiendas de regalos, restaurantes, heladerías y discotecas. Nada mas lejos que eso. Como en Santo Domingo o la Riviera Maya mejicana, Varadero conserva una serie de hoteles junto a la playa unidos por una carretera común y entre ellos sólo árboles, selva y alguna pequeña casa de pescadores o algún antiguo embarcadero. Sales del hotel casi exclusivamente para las excursiones o para algún paladar cercano si te enteras por los trabajadores del hotel, sólo así podrás degustar una rica langosta recién capturada, servida en platos de diferente tamaño, bebiendo cerveza en un vaso que pone "te quiero abuelo" y con un trozo de papel higiénico como servilleta. Todo por 8 dólares en la misma casa del pescador que resulta que es mecánico de motos y que gana poco más de 50 dólares al mes y que tiene que comprar un litro de leche diario por un dólar para su niña pequeña. Así se sobrevive allí, pilleando y engañando a la Gran Teta (que resulta que es la única teta) y siendo un héroe por ello (si no te descubre algún confidente, porque entonces la has cagao). Me acuerdo de aquel chiste en que un periodista preguntaba a un cubano como se sentía en la isla "bueno, no nos podemos quejar". "Entonces, está contento" continuó el periodista, "que va, hombre, no me oyes. NO nos podemos quejar".

    Pero junto a ellos está esa otra Cuba cuyo referente es Castro al que idolatran como aquel taxista que decía "es nuestro padre y no nos dejará tirados".

 

    Como casi todo el mundo que va a la isla, hicimos la visita obligada a la capital, La Habana.

    Yo estaba particularmente interesado como gaditano ya que según decía Carlos Cano "Cádiz es La Habana con mas salero, La Habana es Cádiz con más negritos" y en verdad el parecido es curioso, los recintos amurallados, el paseo marítimo, todo te lo recuerda.

    Las parte vieja de La Habana, sin embargo, se desmorona sin que parezca que haya nada que lo evite. No hay un solo kilo de pintura en cada fachada pero, eso sí, unos enormes cartelones repintados recuerdan que la revolución continúa, sí la revolución, todavía andan con la revolución y con la lucha y que el che vive y parece como si una gran venda tapara los ojos y los sentidos de los cubanos, mientras por la espalda funciona el estraperlo, los paladares, el tráfico ilegal de puros y de ron bajo cuerda.

   El alcantarillado no debe tirar bien porque todo esta impregnado de un olor nauseabundo, un pequeño hilillo de agua sucia recorre los bordes de la acera de la calle de "la bodeguita del medio".

   Toda la ciudad, aunque sucia conserva algunos rinconcitos ciertamente curiosos, visitamos un antigua Farmacia, un café centenario y algunas pequeñas plazuelas preciosas donde tomarse un mojito a precios desorbitados. Y por las calles cientos de niños pidiendo o artistas callejeros dispuestos a hacerte un retrato o una caricatura o a venderte ron "del bueno" o puros habanos.

    La naturaleza de Cuba es espectacular, quizás por el respeto que proporciona su gobierno el litoral de la isla no está esquilmado como en Santo Domingo (algo así ocurría en España en los sesenta, cuando los guardas civiles vigilaban las costas y casi nadie se aventuraba a pescar o mariscar).

   Hicimos una excursion en un catamarán magnifico que nos llevó por varias pequeñas islas solitarias y una especie de recinto cuadrado amurallado en medio de la plataforma marina donde nos deleitamos con la experiencia del baño con los delfines. Algo espectacular.

   Y asi, entre playa descanso y cultura se nos pasó la semana. Un poco decepcionados con la isla pero maravillados con la cuidada naturaleza y con el alegre espiritu de su gente, quiero volver por allí, aún antes que Fidel muera, luego seguro que no es lo mismo.

   No quisiera terminar este viaje sin recordar los bonitos momentos pasados con la pareja que nos acompaña arriba. Luego hemos tenido ocasion de vernos varias veces en España y ya somos muy buenos amigos. Para ellos Maxi y Elena un saludo.

 

Antonio García Villalpando     

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