Unos días de tranquilidad en esta bonita ciudad, en pleno mayo, con tiempo suficiente para ver sus engalanados patios, recorrer sus rusticas callejuelas que parecen sacadas de cualquier pueblo andaluz, lejos, muy lejos de parecer una gran capital. Y la Mezquita-Catedral, única, que se convierte en centro de la ciudad y patrimonio de ella.

 

EL HOTEL

      Como centro de operaciones escogimos el Hotel San Miguel. Un pequeño establecimiento, con solo 11 habitaciones, muy acogedor, relativamente barato, en pleno centro de la ciudad, junto a una de las plazas mas concurridas: la plaza de las tendillas (donde el Córdoba C.F. celebra las ascensos y espero que este año su no-descenso). Desde aquí teníamos acceso directo a todo el barrio antiguo sin necesidad de mover el coche que permaneció todo el tiempo recluido en un garaje.

 

     La zona antigua y turística de Córdoba comprende La Judería (zona cercana a la mezquita) y otras calles adyacentes recluidas en un gran conjunto repleto de callejuelas estrechas, de fachadas blancas donde se amontonan varias iglesias, museos y monumentos y muchísimas tiendas de souvenir.

     Durante el mes de mayo se suceden múltiples celebraciones que, acompañado de un clima agradable, hacen de esta ciudad destino ideal para perderse unos días y disfrutarla.

     Vestigios árabes como la sinagoga, estatuas recordatorias de sultanes moriscos como Boabdil, sultanes del toreo como Manolete y exaltaciones religiosas como el sublime cristo de los faroles se aglutinan en pequeñas y escondidas plazas junto con iglesias románicas y restaurados puentes que cruzan el Guadalquivir, frontera y limite de la zona céntrica de la ciudad.

 

 

     A unos 7 kilómetros de la capital se encuentran uno de los vestigios romanos mas celebrados de la provincia, Medina Azahara, una autentica prociudad musulmana, centro administrativo y residencia del califa Abderraman III.

     Ciertamente quedan pocos vestigios antiguos en pie, la mayoría de lo que allí se ve es piedra y cemento nuevo pero el lugar da una idea de la que en tiempos pudo ser.

 

 

 

     El alcázar se levanta imponente junto al río. Construido por Alfonso XI, el cuadrado edificio en sí no tiene mucho que mostrar. Demasiado vacío. Le vendría bien rellenar algunas de sus salas y sótanos.

     Otra cosa son sus patios de inspiración mudéjar y sobretodo sus jardines, rebosantes de flores multicolores, fuentes livianas, estanques repletos de carpas y setos finamente recortados.

 

 

 

     Decenas de balcones y de patios particulares se visten en estos días con sus mejores trajes de flores. Antiguos patios con paredes blancas rebosantes de macetas, pozos engalanados o nuevos y modernos jardines interiores se convierten en muestrarios botánicos.

     Los hay familiares e íntimos y comunitarios, enormes con lavaderos, cocinas exteriores y baños comunes. Todos se organizan en una especie de concurso con premios otorgados por el ayuntamiento que edita cada año una guía con los patios que pueden visitarse.

     Difícilmente las fotos siguientes les hacen honor. Son mucho mas bellos cuando los ves en persona.

 

 

 

     El emblema de la ciudad, la Mezquita-Catedral, junto al Guadalquivir en pleno centro antiguo. Como Mezquita es austera, simétrica, pobre pero no por ello impresionante, como edificio dedicado exclusivamente a la oración era la que debía ser, un bosque de columnas heterogéneas con dobles arcos capaces de soportar el amplio techo, pleno de luz y con una acústica inmejorable y un patio soberbio rebosante de agua para las abluciones.

     Como Catedral también cumple su cometido, sus múltiples reformas y ampliaciones católicas pretenden tanto ensalzar a Dios como adornar las numerosas celebraciones que allí se suceden y el resguardo de preciados tesoros.

     Aquí sí permiten tirar fotos. Aunque con la escasa luz existente es una aventura, al menos la sensatez se impone a la absurda prohibición. (no como en el museo Julio Romero de Torres donde te informan que no puedes fotografiar cuando estás dentro y has abonado el importe de la entrada).

 

 

     El centro de la ciudad está plagado de pequeñas tascas, restaurantes y bodegas que sirven de reposo y avituallamiento en las largas caminatas. Con un tapeo magnifico (carnes y chacinas autóctonas, berenjena rebozada en todas sus variedades, los extraños alcaparrones, enormes flamenquines, etc...) bien valen una paradita para recuperar fuerzas.

     Y alguna tarde, una tetería mora o un buen baño árabe darán por bien terminada la jornada.

 

 

     Durante todo mayo al abrigo de la exhibición de patios y balcones se suceden buenas actuaciones en distintos puntos de la ciudad enmarcados en el Festival de Blues. Nos acercamos a una de ellas una noche y lo pasamos de maravilla. Aquí les dejo un par de instantáneas del mismo y, por primera vez en esta página, un video.